miércoles, 23 de febrero de 2011

23 F: EL CUARTO -Y MÁS IMPORTANTE- REY MAGO


En España, muchas familias celebran la noche de reyes el 23 F, en homenaje a la noche en que el Rey trajo la democracia a los niños de este país, mientras dormían. (Resulta una historia de lo más tierna...)

Es así que en muchos hogares españoles, los niños dejan maletines -en lugar de calcetines- a los pies del árbol de navidad, por si el rey les deja algo...

  • INTERPRETEMOS EL 23 F

    ¡Quitándole el fuego a los dioses! :) (El blog de Emilio Silva)


    El teniente coronel Tejero, despertando todo el miedo acumulado por la oposición a la dictadura.
    Un grupo de militares asalta el parlamento por sorpresa. Se trata de una agresión al lugar en el que se está representando un profundo proceso de cambio político. La oligarquía que se aupó al poder político y social en un régimen sin libertades trata de pilotar el cambio, de conservar sus privilegios y  crear una democracia a su medida.
    Ocurre en una sociedad que lleva años acumulando miedo político, que arrastra un pasado traumático con enormes violaciones de derechos humanos, desapariciones forzadas, prisiones repletas de disidentes políticos, un aparato de censura que vigila cada palabra, cada libro, cada trozo de papel en el que alguien escribe ideas, historias o poemas.
    En ese momento la historia queda suspendida en el aire; millones de hombres y mujeres aguantan la respiración para no hacer ruido, para no significarse. En ese parlamento asaltado por fuerzas del ejército se está decidiendo en unas horas el modelo de futuro. Muchas personas habían aprovechado la apertura para significarse, para mostrar públicamente las ideas que tuvieron que ocultar durante décadas y temen que la represión regrese, asesine, encarcele, acabe con proyectos vitales o silenciosas ilusiones colectivas como lo hizo el régimen durante décadas.
    Entonces un hombre, una sola persona, simboliza la resurrección de la libertad, la garantía de que se camina a la democracia, de que no se va a volver atrás, un solo ser humano condensa en esas horas el deseo colectivo y mayoritario de consolidar una democracia. En agosto de 1991, en Moscú, el hombre que recondujo el proceso político hacia las libertades fue Boris Yeltsin. El 23 de febrero de 1981, en el asalto a nuestro Congreso de los Diputados, fue Juan Carlos de Borbón.
    La teoría de Pavlov explica que cuando un perro ve un trozo de carne comienza a salivar, anticipándose a la posible ingestión. Si además del alimento se le presenta un estímulo paralelo, por ejemplo el sonido de un timbre, el animal salivará cuando sólo escuche el timbre. El asalto al Congreso de los Diputados el 23 de febrero de 1981 tenía un diseño basado en la psicología de masas. Era fundamental llevarlo a cabo en una sesión que fuera radiada y televisada en directo. Los golpistas necesitaban que su susto llegara a todo el mundo; el mismo todo el mundo al que Tejero le dio la orden de que estuviera quieta. Millones de ciudadanos tenían que escuchar el timbre del miedo y despertar todo el pánico que habían acumulado en la dictadura.
    Una vez dado debía aparecer el mesías, el hombre bueno que salvara y protegiera a todos esos millones de ciudadanos que miraban el golpe con miedo, aunque los hubo que lo contemplaron con esperanza, que incluso se movilizaron para ofrecerse a limpiar España. A esa masa temerosa que contenía a republicanos, antifranquistas de diferentes ideologías y descendientes de asesinados y  represaliados por la dictadura franquista, era a quien el hombre bueno debía salvar, proteger, conquistar.
    La intervención de Juan Carlos de Borbón, el final feliz del cuento, legitimó a la monarquía en amplios sectores que hasta ese momento la habían rechazado y justificó la aceptación monárquica de partidos políticos de la izquierda mayoritaria y parlamentaria que a partir de ese momento podían decir: “menos mal que apostamos por él”.
    Pero sus efectos no fueron sólo a la izquierda del espectro político. Durante unas horas los sectores más activos del franquismo pensaron que volvían tiempos de orden y mano dura y vieron a Tejero como a un héroe. Pero la derrota de los asaltantes del Congreso y la manifestación posterior puso un límite a las aspiraciones de quienes querían regresar a la dictadura. La reacción popular de oposición al Tejerazo les explicó que ya no era su tiempo, que no había camino de regreso, que debían aceptar la democracia y disfrutar de todos los privilegios ¿conquistados y arrebatados por la fuerza?, entre los que se encontraba un retiro dorado en democracia llamado impunidad.
    Cuando Tejero asaltó el Congreso de los Diputados se estaba iniciando un proceso de búsqueda de los desaparecidos de la dictadura franquista. Tras la muerte de Franco se realizaron exhumaciones de forma aislada e incluso algunos grupos de izquierda trataron de instaurar un tribunal internacional para juzgar los crímenes de la dictadura franquista, con el apoyo de personalidades como el filósofo Bertrand Rusell o el historiador Pierre Vilar. Tras las elecciones municipales de abril de 1979, en las que algunos de los partidos clandestinos durante la dictadura obtuvieron poder político, el movimiento de búsqueda de desaparecidos aumentó su intensidad en un proceso creciente.
    Con la aprobación de la Ley de Amnistía de 1977 los franquistas obtuvieron la impunidad jurídica para todos sus delitos cometidos contra cualquier tipo de derecho de las personas, además de la impunidad política, las fuerzas de la izquierda parlamentaria aceptaban compartir hemiciclo con responsables de la dictadura sin hacerles reproches o pedir que fueran expulsados. La conquista de la impunidad jurídica y política ocurrió en un parlamento constituido con el resultado de unas elecciones a las que numerosas fuerzas políticas de izquierdas no pudieron acceder, porque no fueron legalizados hasta después de los comicios.
    Pero había una impunidad que no era posible regular por decreto:¿qué haría la sociedad española si ganaba las elecciones generales un partido de izquierdas?
    La memoria de la Segunda República estuvo más presente que la de la guerra civil en algunos sectores del proceso político de la transición. La república llegó en 1931 por la victoria de partidos progresistas en las grandes capitales, en unas elecciones municipales. Era evidente que la monarquía, en plena transición tras la dictadura, temiera que los resultados en unas elecciones pudieran provocar una reacción social que terminara con la corona.
    El golpe del 23 F, con todas sus tramas e intereses nacionales e internacionales, tuvo el efecto de vacunar a la sociedad ante la inminente victoria electoral del PSOE; fue la conquista de la impunidad social para los franquistas y convirtió el miedo en uno de los elementos más activos de nuestra vida pública que sin duda llega hasta nuestros días. En las profundidad de nuestro inconsciente colectivo todavía se oyen los ecos de aquel ¡Quieto todo el mundo! Sólo hay que vernos en los últimos meses; los más quietos de Europa.

  • Análisis del debate sobre el 23 F


    Javier Soria | La Tuerka CMI
    Este 23 de febrero, en el 30 aniversario de aquél decisivo día, decía el rey que “se conoce toda la verdad del 23-F (…) y lo que no, se inventa”. Pero no parece que sea así. O puede ser que él sí lo sepa, pero no el resto. O que el invento fuese anterior, y el golpe hubiese sido “diseñado en un pizarra”, habiendo cumplido ampliamente sus expectativas. Para el resto de súbdit@s-ciudadan@s quedan demasiadas sombras, y lo prueba el hecho de que se renuncie a que se abran investigaciones independientes que confirmen que eso es así (lo que demandaba incluso el periódico El Mundo el 26 de febrero), lo que lleva a pensar que no todo está tan claro. ¿Se tiene miedo a que se destape algo? Y más allá, lo ocurrido ese día debe inscribirse en una revisión amplia sobre todo lo que supuso la “modélica transición” española a la democracia, que, versión oficial aparte, impuso sistema económico, forma de Estado y modelo territorial, que eran temas irrenunciables para la derecha que la dirigió.

    El jueves 24, en el programa La Tuerka, de Tele-K, Pablo Iglesias presentaba y moderaba un debate en el que se cuestionaban algunas cosas sobre el golpe y sobre ese contexto más amplio de la Transición. R. Cotarelo, A. Elorza y J. C. Monedero, profesores universitarios, compartían escenario con Emilio Silva, cabeza visible de la ARMH, quien había apostado fuerte contra la versión “oficial” unos días antes con un artículo demoledor sobre el papel del monarca en aquél instante crucial (http://www.emiliosilva.org/?p=1416).

    Como reflexión general válida para todos los contertulios, el rey y la Corona salieron reforzados tras el golpe, si bien las visiones sobre su papel en él son divergentes. La más combativa es la de E. Silva, quien afirma el papel decisivo del rey en la organización de éste, algo que Elorza también deja entrever y Monedero profundiza, apuntando en el sentido de que un rey carente de las tres legitimidades logra hacer que much@s españoles y españolas pasen a ser convencidos monárquicos, o al menos juancarlistas (si bien este término no aparece ni una sola vez en el debate). Visto desde ahora, y posiblemente también desde entonces, parece indiscutible que la “modélica” transición española a la democracia fue hecha principalmente desde la derecha, y el golpe de Estado del 23-F supuso un espaldarazo, al margen de responsabilidades, a las líneas que se estaban fraguando, destinadas, entre otras cosas, a hacer de la ciudadanía un sujeto pasivo, y al rey y a Suárez los verdaderos “motor” y “piloto” del cambio. Integranba a una parte de la izquierda (posiblemente la que se dejó “domesticar” con el posibilismo monárquico, incluído el PCE) y marginando al resto desde el primer momento (E. Silva afirma que 35 partidos de izquierda no pudieron presentarse a las elecciones que decidían las cortes constituyentes, por lo que transición y constitución fueron obra de trileros).

    Más allá, muchos son, todavía, los interrogantes que aún quedan por dilucidar, y lo pone de manifiesto que abre el programa un reportaje realizado en la presentación de la película 23-F. El último libro de J. Cercas también ha puesto muchas cosas encima de la mesa, y sigue habiendo un deseo por parte de much@s (El Mundo incluido) de querer conocer toda la verdad, pese al “ya se conoce todo…” del rey.
    En ese reportaje de apertura queda patente que quedan muchas cosas por investigar, y mucha democracia por hacer, como se ve en las declaraciones de Paula Prendes en relación a que “no sabe mucho del 23-F por su edad”. Escasa cultura democrática si ese es el criterio de conocimiento, como viene a señalar E. Silva. Prácticamente todo el resto de invitados demuestra también carencias notables sobre demasiadas cosas.

    Respecto a lo que supuso el golpe, hay coincidencia en que favoreció a la derecha. Monedero apunta a que se fraguó para contrarrestar los efectos que las libertades iban teniendo en la ciudadanía. A. Elorza remite al desconocimiento sobre la trama civil, y afirma que “machacó a la izquierda y la derecha salió de sus cuevas”. E. Silva se sitúa en una postura más combativa y señala que “permitió a muchos franquistas blanquear su biografía y construyó el pedigrí democrático para mucha gente que no lo tenía (…) Conquistó la impunidad social para los franquistas, [para los que] el 23-F fue un éxito”. Cotarelo, por su parte, juega un papel un tanto extraño, y plantea que no se debe mirar desde ahora, sino tratar de verlo en su momento, donde los que dieron el golpe “no triunfaron, no sabemos por qué, pero no triunfaron”. Posiblemente hace esta afirmación para contradecir a Monedero, con el que mantiene un enfrentamiento en lo personal, que había abierto sus intervenciones con un rotundo “el 23-F fracasó, pero triunfó en su resultado”, hasta el punto de que cuando el PSOE llegue al poder el año siguiente “hará las políticas de ajuste que no podría haber hecho la derecha”.

    Vemos así que, al menos de soslayo, se introduce también la cuestión de los grandes intereses económicos. Parece claro que la transición fue obra de unas elites que mantuvieron su status y condenaron al olvido a los perdedores mediante los vergonzantes “pactos de silencio”, culminados con la Ley de Amnistía. A los españoles poco les quedaba por aceptar, ya en 1978, al votarse como un todo libertades y monarquía, sistema económico y modelo territorial. Esto es: “si queréis libertad, tragáis monarquía”, que es la verdadera base de la transición, en la que el rey jugará un papel destacado, entre otras cosas porque se le dejó, siendo el heredero del dictador para unos, y el que rompería su legado para otros. Sorprende cómo supo jugar en tantas aguas turbulentas, y tener tiempo además para ir amasando su enorme fortuna personal al mismo tiempo.

    ¿Por qué no se investiga con seriedad el papel del rey? ¿Cuál fue su verdadero sitio? ¿Y cuál fue el resultado? Abordemos varias cosas al tiempo, y también en relación al retraso para aparecer en televisión, que cuestiona para muchos que fuese ajeno a éste, y esperó hasta que tuvo claro cuál era la mejor opción… para la Corona (quizá teniendo en mente el ejemplo del rey de Grecia que señala A. Elorza). Para Monedero, desde aquí “el rey, que no tenía ningún tipo de legitimidad, se convirtió en el gran factótum que nos salvó”. Elorza hablaba de que “Tejero fue el tonto útil en un golpe orquestado por la derecha con la anuencia del rey para acallar las reivindicaciones y “malestares” (derivados en buena medida del no referéndum sobre la monarquía o la república). Emilio Silva argumentaba que el retraso fue consciente, a fin de dejar “que el miedo fuese trabajando”. L@s españolas y españoles estaríamos dispuestos luego a aceptar cualquier cosa “menor”. La derecha aceptaba que el PSOE le hiciera el “trabajo sucio” que quedaba por hacer.

    ¿Qué llama la atención en el mensaje del rey, aparte de su tardanza? El profesor Elorza se sorprendía de que remita solamente a evitar “cualquier solución militar”, y considera el propio golpe como “una solución política”. Sorprende también, aunque ninguno de los contertulios lo ponga encima de la mesa, que hable de “mantener el orden democrático” y no de “mantener las libertades democráticas”. El lenguaje a veces dice muchas cosas, y al hilo señala el papel central de la Corona como único articulador posible de las realidades de España. Está clara la defensa de la monarquía por encima de cualquier otra consideración, como por otro lado fue un contínuum desde el origen mismo de la Transición.

    Muchas son las “historias de aquel día” en relación al 23-F. Mientras Anguita afirma en Salvados que se encerró en su despacho con una pistola en la mano, Pilar Primo de Rivera señalaba que “un grupo de españoles dignos trató de salvar la dignidad de la patria”, comentaba R. Cotarelo. Al hilo del debate parece quedar claro que, detrás de tantas cuestiones abiertas, en realidad Carrillo y Gutiérrez Mellado marcaban la reconciliación de las dos Españas enfrentadas, reconociendo (Monedero dixit) que ambos estaban equivocados. Esto puede servir para cerrar lo que pudo suponer el golpe: defensor contra el fascismo y quintacolumnista de éste en el 36 en Madrid, fumando juntos un cigarro y aceptando la autoridad incontestada del rey.

    Cierra el programa la sección habitual de rap político, donde Nega, de LCDM, parece tener bastantes menos dudas que contertulios y presentador de la mesa.

    Quedan demasiadas dudas, y sólo una certeza. Si para los primeros momentos de la Transición, por ejemplo, Rafael Calvo Serer, del Opus Dei y nada sospechoso de “izquierdismo”, afirmaba que “en 1976, en círculos cercanos a La Zarzuela, se había calculado que en un referéndum libre, don Juan Carlos no obtendría más del 15% de los votos”, para 2000, de ese 15% se había pasado al “elevadísimo grado de aprobación que genera la figura de S.M. el Rey en la sociedad española, tanto en el plano personal como en la función que desempeña en el sistema político, que no ha cambiado, en modo alguno, en los últimos veinte años”.

    Parece que, al igual que Tejero, los españoles y españolas en conjunto también fuimos los “tontos útiles” que servimos para la completa restauración/instauración/ reinstauración de la Corona.
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  • El golpista en palacio

    Me he cansado de publicitar la verdad por activa y por pasiva, he publicado a lo largo de dos décadas nada menos que cuatro libros en los que he contado con pelos y señales todas mis investigaciones sobre el esperpéntico evento, y hasta he puesto negro sobre blanco en el último de ellos, con todo el detalle operativo de un Estado Mayor, el golpe militar franquista preparado para el 2 de mayo de 1981y que fue la causa real de que el rey autorizara a sus generales de confianza (Armada y Milans) a montar la arriesgada e ilegal maniobra preventiva (no golpe, aquello nunca fue un golpe involucionista) que la abortara: el 23-F...

    (Un artículo del coronel Amadeo Martínez Inglés. Sigue leyendo en insurgente.org)

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