martes, 19 de julio de 2011

"Pero, ¿quién vive?" (La peor de las pesadillas imaginable)


Treinta radios convergen en el centro de una rueda;
Es del agujero del centro que
depende el uso de una carreta.
Moldea la arcilla en una vasija;
es el espacio en su interior que la hace útil.
Talla puertas y ventanas finas para crear una habitación,
pero la utilidad de la habitación está en su espacio vacío

(...)
                                          Verso 11 del Tao Te Ching



El papirofléxico unicornio de Gaff, Blade Runner

DE LA INTERACCIÓN con el mundo es necesario deducir, a menudo, no un abanico de potencialidades, sino una drástica reducción de las mismas; es decir, la selección de las más aptas para sobrevivir en ese mismo mundo cansado y enfermo; torcido, donde nada significa lo que es, sino lo que representa.
     Es decir, una impostura que descree de sí misma, y se fundamenta en una deforme impostación de valores (utilitarismo y demagogia), y de súbditos, que sólo se repliegan a esa indecorosa manifestación de egoísmo en virtud de una viscosa zona intermedia, compuesta –a partes iguales– de miedo e idiotez.
     Por lo demás, unos y otros rehúsan discutir (porque no discuten con fundamentalistas), perfectamente refractarios a conocer (reconocer) la insondabilidad de sus profundamente descorazonadores abismos de sombra y vacuidad.
     Igual que vampiros, viven de chupar a otros la sangre; e, igual que vampiros, su existencia se desvanece, al contacto con la luz, y su pálida y quebradiza anatomía se desinfla y se reduce, rápidamente, a cenizas.
     El mejor de los mundos posibles es ahora una de las peores pesadillas imaginables, y como en el ámbito de lo onírico, pataleamos estérilmente en el vacío, intentando liberarnos de una corriente que nos arrastra, con una turbulencia incontrolable, hacia el gran salto de agua (el efecto Iguazú) donde nuestros gritos se ahogarán en el magnífico estruendo (repararemos entonces en nuestra narcótica complacencia anterior).
     Pero esa corriente nos arrastra a todos, por igual. Parafraseando al Barroco (la oscuridad puede ser equiparable): la muerte y la inercia nos igualan. También los ricos avanzan –con movimiento progresivamente aceleradohacia el vacío. Por más botellas que se descorchen en el trasnochado salón donde sigue cantando la momia de Raphael, el Titanic se hunde.
     A veces, buscando vida extraterrestre, ignoramos una pregunta previa: “¿merecería la pena, realmente?” Sé que alguien lo expresó mejor que yo, pero el escenario puede retrotraernos a la caverna de Platón: las sombras son ahora mercancías; el muro es la televisión, los media; y el poso de sedimentos de excrementos de murciélago en el que moramos, la economía de mercado, las ofensivas sucesivas del neoliberalismo y sus fétidos acólitos (FMI, Banco Mundial, BCE, etc.,) para hundirnos en el légamo de la esclavitud y el analfabetismo. La desprotección, el analfabetismo, la enfermedad, el miedo: o, el negocio.
     El ser humano podría adaptarse: su vida se acortaría substancialmente, pero como dijo Gaff -Blade Runner-, "¡Lástima que ella no pueda vivir! Pero, ¿quién vive?" La vida sería Auschwitz, un campo de concentración, del que, no cabría la más mínima posibilidad de escapar o sobrevivir. Es decir, el fin de la esperanza.
     Y después de todo, qué suerte tan dramática, tristes hipotecados aferrados como lapas a sus tétricos trabajos (el látigo restalla en sus espaldas, de las que manan incesantemente lentos regueros, sobre profundas cicatrices encallecidas). Al final, hubieron de pedir una hipoteca inversa para operarse lúgubremente en la India del cáncer que los mató lenta, pero implacablemente. “De todos modos, como dijo Gaff, ¿quién vive?”
     Y sin embargo, en este artículo, hay mucho más espacio blanco que surcos horadados de escritura. Y la rueda nunca girará (tao chino) sin el espacio vacío del buje, en el que convergen los radios. Hay algo que esos parásitos nunca podrán patentar: la imaginación. Porque es ella justamente la que nos hace humanos, y nos permite avanzar, a través de la oscura noche cósmica. Pero la imaginación no pasa el día colgada, boca abajo, sesteando en el interior de infaustas cuevas oscuras y pestilentes.
     A la imaginación le gusta volar en espacios libres, y surcar los cielos, buscando los más bellos amaneceres, allí donde la luz y la vida chispean en una pletórica algarabía de aromas y colores nunca patentados. Lejos, muy lejos de la calaña neoliberal y su inframundo de carroña.
    
    
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"Pero, quién vive" (La peor de las pesadillas imaginable) por José Icaria se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.
Basada en una obra en joseicaria.blogspot.com.

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