miércoles, 25 de febrero de 2015

El discurso de Rajoy: la opinión de los psicópatas


Lo peor de todo es comprender que, efectivamente, es posible la visión de Rajoy (que no es sólo la suya, sino la de todos aquellos para los cuales trabaja) sin el consumo de opiáceos. El escenario es compartido por víctimas y verdugos. Mientras unos padecen, otros se divierten. No hay más que verles, no caben de regocijo. Les hemos pagado la fiesta. Se la han cobrado con nuestra salud, nuestra calidad de vida, nuestras expectativas de futuro, nuestra esperanza de vida, el (lamentable) futuro de nuestros hijos. Como los violadores que graban en vídeo la escena, los nazis que apalean a un migrante, o los torturadores que fuman un cigarrillo mientras la víctima sangra inconsciente, ellos también se divierten con nuestro sufrimiento. Eso sí, después de llevar a cabo algunos ajustes... con el lenguaje. 
     A ellos les va muy bien, conviene no olvidarlo, es una época única de oportunidades, como dijo un crack de la bolsa londinense. Como buenos  fundamentalistas (del dinero, el único dios verdadero), tienen infinitas teorías, tanto económicas como religiosas o evolutivas para no sentir el más mínimo remordimiento. Por otro lado, sabemos que los psicópatas son incapaces de sentir empatía; piensan y actúan con entera frialdad; son metódicos y calculadores... Su vida es lamentable, pero disfrutan viendo el hundimiento del titanic mientras la orquesta sigue tocando (¿por qué no celebrar con unas rayas el último terremoto a causa del fracking?).
     De ahí que nos sorprendamos de la visión, cuando en realidad, nuestro mundo se transforma peligrosamente en tanto que esa visión se convierte, progresivamente, en realidad. Una realidad caracterizada por facetas diametralmente opuestas, la de la víctima y el verdugo.
José Icaria


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